13 de abril de 2018

Leyendo a los Testigos - Cap. 6 - Parte 4: La Batalla Por El Alma

(Este post es parte de la serie Leyendo a los Testigos, que puedes encontrar completa aquí)

Bienvenidos nuevamente a nuestro estudio de las enseñanzas de los Testigos de Jehová. Durante esta serie, estamos leyendo su publicación ¿Qué Enseña Realmente la Biblia? para conocer el pensamiento de este grupo desde su fuente, y evaluar si cumplen su propósito de ser fieles a la verdad de las Escrituras. En esta entrada, nos dedicaremos a examinar los dos problemas centrales de la enseñanza del libro sobre el estado de las personas que han fallecido.

(Recuerden que pueden seguir la lectura en línea o descargar la versión actualizada del libro en esta dirección).

Errado: Todo está en el cerebro


Si vamos de regreso al comienzo del capítulo, donde los autores comienzan la defensa de su posición, nos encontraremos con una afirmación tremendamente problemática. Ellos señalan:

"Casi todas las religiones, tanto del pasado como del presente, afirman que, de una u otra forma, continuamos viviendo para siempre y conservamos la capacidad de ver, oír y pensar. Pero ¿cómo puede ser eso posible? Los sentidos, lo mismo que el pensamiento, dependen del cerebro, el cual deja de funcionar cuando fallecemos. Nuestros recuerdos, sentimientos y sensaciones no se mantienen vivos por sí solos de algún modo misterioso. Es imposible que lo hagan, pues dejan de existir cuando el cerebro se destruye." [1]

Por favor, lean la cita anterior muy detenidamente. Lo que los Testigos están diciendo aquí ya no puede clasificarse dentro del área de la teología, pues no existe ningún pasaje bíblico que diga algo similar a esto. En realidad, ellos están haciendo una afirmación filosófica - y una bastante importante, por cierto. La creencia que nos presentan aquí (que nuestros pensamientos dependen de un cerebro para existir) se llama
Fisicalismo, y es típica de personas que no creen en la existencia de una realidad espiritual, pues suponen que todo lo que existe es físico (esto es, que todo está hecho de materia y energía). En otras palabras, la postura de los autores es que nuestra mente -nuestra razón, pensamientos, recuerdos, voluntad, etc., lo que podríamos llamar también nuestra alma- es un producto, "algo" que es generado y sustentado por nuestro cerebro de tal manera que, cuando este último muere, nosotros también dejamos de existir.

Una de las implicaciones del Fisicalismo es que nuestra mente está definida por las leyes que gobiernan la materia en este universo (pues depende de un cerebro material). Esto significa, a su vez, que todo lo que pensamos, las decisiones que tomamos, nuestros razonamientos y recuerdos, todo puede reducirse a impulsos eléctricos y sustancias químicas en nuestro cerebro. Al final, desde esta perspectiva, nuestra capacidad de pensar y nuestra personalidad son simplemente reacciones a los estímulos del exterior [2]. ¿Les recuerda a algo que hayamos aprendido anteriormente? Correcto, esto es el ser humano visto desde una cosmovisión naturalista, ni más ni menos.

Como dije, esta afirmación es problemática, y la razón es muy sencilla: el Fisicalismo es una creencia que no calza bien con la realidad [3]. Nuestra experiencia humana de cada día parece indicarnos poderosamente que aquellas cosas que esta postura niega, como la voluntad o la inteligencia, son reales. Para decepción de los Testigos, la Biblia tampoco está de acuerdo con esta creencia, pues en todo momento -desde la creación de Adán y Eva- asume que existe una parte inmaterial del hombre que no es producto de su cuerpo, sino que por el contrario, es independiente de él (como veremos en el siguiente punto, la visión bíblica es que somos un alma que que tiene un cuerpo, no al revés como aseguran los autores). De hecho, el Nuevo Testamento afirma con toda seguridad que esta parte inmaterial del hombre -la mente o el alma- puede dominar a la parte material -el cuerpo- y llevarlo a un comportamiento que dé honor a Dios (Romanos 12:1-2). ¿Puede haber algo más opuesto al Fisicalismo de los Testigos?


Errado: Cuando una persona muere, deja de existir


Finalmente, sólo unas líneas más adelante, los autores aseguran:

"Él [Dios] conoce la verdad, y en su Palabra, la Biblia, explica en qué estado se encuentran los difuntos. Allí se enseña con toda claridad este hecho: cuando una persona muere, deja de existir. La muerte es lo contrario de la vida, de modo que los muertos no ven ni oyen ni piensan. Ni una sola parte de nosotros sigue viviendo cuando muere el cuerpo. En efecto, no poseemos un alma o espíritu inmortal." [4]

Como mencionamos en el resumen del capítulo, los Testigos citan en su apoyo los pasajes en Eclesiastés 9:5-6, 10 y Salmos 146:4. Sin embargo, podemos encontrar en esta doctrina las mismas debilidades que hemos encontrado en el resto del libro hasta ahora: a) una base cuestionable, y b) evidencia que apunta en la dirección contraria.

En primer lugar, si bien las interpretaciones de los autores parecen válidas, debemos recordar que los pasajes citados pertenecen a libros del género bíblico de poesía y sabiduría, y por lo tanto, poseen un lenguaje centrado en la expresividad más que en la exactitud. Precisamente, los Testigos parecen caer en el error de una interpretación demasiado literal, porque mientras estos pasajes hablan de la muerte como la "detención" de todas las actividades terrenales de la persona, ellos han ido mucho más allá, y los han entendido como señales de que la existencia humana desaparece completamente. Donde la Biblia enseña
inactividad, ellos ven extinción, lo cual -claramente- no es una buena lectura de los textos.

Ahora, es importante conceder lo siguiente antes de dejar caer la segunda crítica: este libro está pensado para un público general, así que no deberíamos esperar que incluya una gran cantidad de fundamento bíblico para sus enseñanzas. Dicho esto (e incluso considerando que los autores puedan sacar algunos pasajes más de debajo de la manga) debemos decir que el principal problema de esta doctrina es que la Biblia enseña algo totalmente distinto sobre las personas que fallecen, esto es, que ellas -sus mentes o almas- siguen existiendo aun cuando sus cuerpos ya no lo hagan.

Comencemos revisando lo que nos dice el Antiguo Testamento acerca de este tema:

  1. Esta parte de las Escrituras sugiere que el ser humano sigue existiendo de alguna manera en lo que se llama el "Seol" o el "sepulcro", considerado el lugar de "reposo" de quienes fallecen. Los salmistas en particular hablan de la posibilidad de ser liberados, o salvados de este lugar para pasar a un estado de bendición, lo cual asume que ellos siguen existiendo en ese lugar (Salmos 16:10; 49:14-15).

  2. Varios autores bíblicos de este período hablan de la muerte de una persona como el "dormir" y "reunirse" con sus antepasados (Génesis 25:8, 17; 49:33; Números 27:13; 2 Samuel 7:12; 1 Reyes 1:21), algo que sería imposible si ellos no existen después de la muerte.

  3. También la prohibición de consultar a los muertos, o de recurrir a adivinos, parece asumir que al menos existe algo como los "espíritus" de los que han fallecido (Levítico 20:27; Deuteronomio 18:11; Isaías 8:19).

  4. De hecho, en relación a este último punto, existe un pasaje muy curioso en 1 Samuel 28, donde Dios permite que -literalmente- el espíritu/alma del profeta Samuel regrese de entre los muertos (v. 15), y donde éste último describe la muerte como un "lugar" al cual van a parar quienes fallecen (v. 19). De la misma manera, el pasaje que citamos antes sobre el fallecimiento del hijo de David asume que el bebé que había partido no había dejado de existir, sino que estaba -al menos en una forma no corporal- en un "lugar" al cual el rey David también iría al momento de morir (2 Samuel 12:22-23).


El Nuevo Testamento, siendo la revelación completa del plan de Dios para las personas, es aún más contundente:

  1. Si los muertos dejan de existir, ¿quiénes estaban en la escena de la transfiguración, donde los Evangelios señalan que junto a Jesús aparecieron Moisés y Elías (Mateo 17:3; Marcos 9:4)?

  2. Al discutir el tema de la resurrección de los muertos, Jesús deja en claro que el nombre de Dios, "Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob", implica que ellos efectivamente están vivos, pues Dios no es Dios de muertos (Lucas 20:37-38).

  3. El Señor también señala que en el momento del juicio final, quienes han fallecido y están en sus sepulcros oirán Su voz (Juan 5:25, 28-29), algo que los Testigos niegan explícitamente en la cita que estamos considerando.

  4. El relato de Apocalipsis menciona en dos ocasiones la existencia consciente de "almas" de creyentes que han muerto (Apocalipsis 6:9-11; 20:4). Si bien tenemos que tener cuidado de aplicar el mismo estándar que exigimos a los Testigos (esto es, saber que el género bíblico de visiones y profecías no debe interpretarse en forma literal), la lectura más directa de estos textos es respaldada por otro pasaje que encontramos en el libro de Hebreos, que señala que en el cielo están reunidos aquellos cristianos que -habiendo fallecido- han sido los primeros inscritos en ese lugar y han sido perfeccionados (Hebreos 12:22-23)

  5. En Filipenses 1:21-24, mientras el apóstol Pablo reflexiona frente a la posibilidad de su martirio, él señala que morir es algo bueno, pues al partir de esta tierra se encontrará con Cristo. Este estado de bendición junto a Jesús del cual Pablo iba a estar consciente es algo que resulta imposible si él hubiera dejado de existir, como proponen los autores. (La confesión del mismo apóstol de que preferiría estar "ausente del cuerpo y presente al Señor" en 2 Corintios 5:8, y la promesa de Jesús al ladrón en la cruz "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso" en Lucas 23:43 ambas respaldan este pasaje [5]).

Con esto, espero que sea claro para nosotros que la doctrina del "más allá" de los Testigos no tiene un buen sustento bíblico. Al contrario de lo que ellos señalan, los seres humanos sí tenemos un alma (de hecho, si utilizamos el lenguaje de la Biblia sería más exacto decir que
somos almas) que persiste después de nuestra muerte física, pues al ser inmaterial es independiente de nuestro cuerpo. Esta diferencia entre el testimonio de la Escritura y la posición de los autores continuará presente en nuestra lectura del próximo capítulo, que presenta la doctrina de la resurrección de los muertos, de acuerdo a los Testigos.




Referencias

[1] Testigos de Jehová, ¿Qué Enseña Realmente la Biblia? p. 58

[2] El filósofo cristiano William Lane Craig lo explica de esta manera: "El libre albedrío [o la voluntad] es imposible sin la realidad del alma. Si sólo somos máquinas físicas electroquímicas entonces no existe lugar para la capacidad de agencia libre [tomar decisiones]. Todo lo que hacemos va a estar determinado por tu esquema genético y fisico, y luego por la estimulación proveniente de tus cinco sentidos - lo que el filósofo norteamericano [Willard Van Orman] Quine llamó la 'irritación de tus superficies' por parte de estas distintas influencias afectando tus terminaciones nerviosas. Esto determinará todo lo que pienses y hagas. Y sin libre albedrío, sólo somos máquinas" ("Defenders" temporada 2, sesión 7

[3] El problema que menciono del Fisicalismo con la voluntad (o "libre albedrío") y la inteligencia es sólo uno de los varios que existen. William Lane Craig señala que esta postura también es incompatible con a) nuestra certeza de que somos una persona que se mantiene en el tiempo a pesar de que nuestro cuerpo material cambia; b) nuestra capacidad de pensar "acerca de" otras cosas, algo que la materia no puede hacer, y c) nuestra capacidad de producir efectos con nuestra mente, como levantar un brazo con sólo pensarlo. ("Defenders" temporada 2, sesión 8

[4] ¿Qué Enseña Realmente la Biblia? p. 58

[5] La versión de la Biblia de los Testigos (la Traducción del Nuevo Mundo) lee Lucas 23:43 como "Verdaderamente te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraíso", evitando el problema que les causa este texto. No obstante, algunos comentaristas bíblicos como John Gill y Johann Bengel observan acertadamente que esta forma de traducir el texto es -por lo menos- anormal, pues esta aclaración no sólo es innecesaria (que estas palabras fueron dichas aquel mismo día es obvio), sino que también representa un cambio radical en la forma usual de hablar del Señor (quien nunca utilizó la expresión "te digo hoy", en contraste con su típico "te digo").




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